Vivimos en una frontera muy peculiar. Primeramente cabe mencionar, que es la frontera que tiene el mayor numero de cruces fronterizos del mundo. Dos ciudades, una al lado de la otra, en dos diferentes países. Dichas ciudades se encuentran divididas únicamente por un cerco, y unidas por sus moradores y visitantes. A esto hay que sumarle un cúmulo de variantes, derivadas de la esencia cosmopolita de quienes habitan e integran la zona, cuyas características provocan un fenómeno social muy especial. Desde luego que me refiero a la zona fronteriza de San Diego y Tijuana, California y Baja California, USA y México.
Se puede decir que en Tijuana se mezclan los diferentes usos, costumbres y rasgos culturales de México, generando con ello una amalgama social de características únicas. Un fenómeno paralelo sucede en San Diego, donde se dan cita hombres y mujeres de diferentes razas y culturas del mundo, donde concurren vigorosamente los habitantes de Tijuana y se integran a la economía, a la cultura y en general, a la vida de San Diego.
Es común encontrar familias cuyos integrantes forman parte de los habitantes y ciudadanos de los dos países, padres en un país e hijos en otros. Dos ciudades hermanas que comparten lo mejor de cada una. Es inmensamente mayor el beneficio que una aporta a la otra, a pesar de que se le da mayor difusión a los problemas que las aquejan y comparten.
Es claro que en esta zona, donde todo se mueve tan rápido, donde el choque cultural y económico tiene consecuencias en el tejido social, que la familia cobra especial relevancia. ¿Cómo se ven afectadas las familias que viven en estas ciudades?
Es en la familia donde el hombre se hace pleno, donde vale y es querido por lo que es, mas allá de si es bonito, feo, sano, enfermo, inteligente, necio, imprudente, humilde, alegre, alto o bajo, etc., y no por lo que tiene. Es ahí donde parte y asume su valía. Es la familia la inagotable “Fuente de Valores”.
En la familia, ya sea hacia adentro de ésta o hacia fuera, donde debemos comunicar valores espirituales, afectos, ideas, creencias, sentimientos, lazos de unión y pertenencia, costumbres y tradiciones; ahí hay que favorecer el desarrollo de virtudes morales, actitudes, hábitos, lo mismo que algunas habilidades y destrezas.
En este grupo de valores que se transmiten y comparten en la familia (comúnmente conocido como “cuna”) da lugar a que cada miembro, a manera de perfección propia, enriquezca su formación. Aunque los principales educadores de los hijos son los padres, también los hijos lo son, en tanto que favorecen el proceso de perfeccionamiento en el que sus padres los están educando.
Si partimos de la base de que la familia es la célula de la sociedad, y es en la familia donde los seres humanos recibimos la principal educación, los valores, las costumbres y es donde aprendemos a relacionarnos con otros y así a formar parte de la sociedad, al vivir en frontera aprendemos a relacionarnos con dos mundos que aunque unidos, están llenos de contrastes. Contrastes que nos hacen valorar más nuestras raíces y a la vez nos motivan a superarnos para poder alcanzar un mejor nivel de vida familiar.
Las familias fronterizas en su mayoría han dejado a alguien en su ciudad natal, llegan a estas dos ciudades tratando de lograr un mejor futuro y muchas veces empiezan una familia nueva por verse imposibilitados en regresar o poder hacer traer a su familia de origen.
En muchos casos, somos familias que hemos aprendido a sobrevivir lejos de los seres queridos. Familias dispuestas a hacer el mayor esfuerzo por alcanzar objetivos superiores. Generaciones que crecen con una nueva cultura, totalmente distinta a la de sus padres. No importa de que lado de la frontera se encuentren, las familias fronterizas son diferentes, su realidad es distinta a lo que se vive al interior de cualesquiera de los dos países.
Países diferentes con historias compartidas, raíces iguales pero a la vez diferenciadas por el lado del cerco que marca y diferencia. Se hace cotidiano el poder ir de una nación a otra. Se acostumbra el oído y la mente a cambiar de idioma sin casi percibirlo, se acostumbra a la suma de vivencias.
Dos ciudades hermanas, que comparten igualdades y diferencias. Se tiene lo mejor de los dos países. Se pueden vivir las fiestas, tradiciones y costumbres de los dos. A menudo hay diferentes nacionalidades dentro de la misma familia, las que en su mayoría son familias bilingües. Es posible vivir en un país y trabajar en otro, y al mismo tiempo, disfrutar de los dos.
En esta frontera, el tejido social demuestra ser mas fuerte que la división política. La familia, el parentesco, la amistad, son esa fuerza que permea la frontera, en un constante ir y venir, lo que da lugar a las oportunidades mercantiles, a un flujo comercial y a una economía que se extiende mucho mas allá de las zonas fronterizas.
Muchas personas tienen familia en ambos lados. Los miembros de dichas familias pueden también estar residiendo en el lugar de origen de éstas. Otras pueden haberse desplazado aún mas lejos, internándose en el país a que han emigrado. Es muy importante que no se pierdan los lazos familiares y el contacto, mas allá que los rasgos culturales.
La frontera permite a sus moradores disfrutar de lo mejor de ambos lados. Demuestra que la familia va tejiendo el manto que une a las ciudades, a los estados, a los países, sin importar si tienen gobiernos diferentes, orígenes distintos, idiomas diversos, otros rasgos étnicos, religiosos, culturales, etc.
Quien vive en la frontera por un tiempo, debe aprender a comprenderla. No debe esperar a que ésta le comprenda. Así podrá fusionarse a la sociedad fronteriza, entenderla y disfrutarla. Podrá estar orgulloso de hablar dos o mas idiomas, lo que lejos de ser vergonzoso, como en antaño, ahora es motivo de orgullo y muestra de cultura. El saber más, hace que las personas sean más cultas, lo que a su vez las hace disfrutar más y crecer.
Si ponemos atención, nos daremos cuenta que muchos miembros de familias que residen en la zona fronteriza, cruzan a estudiar, a trabajar, a comprar, a recibir ayuda médica, a eventos deportivos, culturales, recreativos, es decir, a participar en la vida de ambos lados de la frontera.
La música, las imágenes transmitidas por televisión, la comunicación por internet, la comunicación por radio o telefónica, se suman a unir a las familias y en general a la sociedad. De la misma manera que el aire, la familia no se puede contener de uno u otro lado de la línea fronteriza. Es una fuerza viva, dinámica que une, que se contrapone exitosamente al racismo, a la discriminación, a la marginación, a la ignorancia y a los males sociales en general.
Las relaciones generacionales son un indicador del proceso de civilización. La familia cambia a la sociedad, influenciando de manera determinada la configuración social y sus efectos en la generación siguiente. Las nuevas generaciones, no saben diferenciar la mezcla de culturas de la que están emergiendo, ellos forman parte de este nuevo fenómeno social que los hace vivir indistintamente en uno u otro lado y debemos estar preparados para esto.
No solo debemos aprender a acostumbrarnos a manejar una serie de aparatos y tecnología nueva, sino a un modo de vivir y relacionarnos tan peculiar de nuestra zona geográfica. La frontera te marca para siempre. Es generosa, pero hay que apegarse a los valores que la familia aporta para salvaguardarnos de los riesgos que la dinámica fronteriza conlleva.
La familia debe adaptarse a estos cambios y aprovechar las oportunidades de crecimiento y desarrollo. Son cambios positivos, se comparten valores que antes solo formaban parte de grupos pequeños, roles más significativos de sus miembros, los derechos y los deberes dentro y fuera de la familia.
Las familias se comportan como un sujeto activo provocando cambios en la sociedad.
¡Son la mejor opción que el individuo tiene para sí y para los que vienen detrás de él!